¡Señor Jesús!
(Domingo IV, pág. 183 del Manual)
De rodillas
Lector:
¡Señor Jesús!
Como Pedro, Santiago y Juan, que oyeron tu voz angustiada en el Huerto de los Olivos al decirles: "Velad conmigo" (Mt 26,36), también nosotros en esta noche la escuchamos y queremos estar muy cerca de ti.
La maravillosa realidad de tu presencia eucarística nos recuerda la salvación que nos trajiste y alimenta nuestra esperanza en la salvación definitiva que aguardamos.
Por eso, esta noche, nuestra Vigilia quiere ser acción de gracias anticipada por el encuentro final que esperamos, expresión del propósito de vivir vigilantes todos los días de nuestra vida, en espera de ese encuentro definitivo.
Como Pedro, Santiago y Juan, queremos estar muy cerca de ti.
Pobres y débiles como ellos, aquí estamos con nuestros pecados, nuestra pequeñez, nuestra esencial limitación.
Por intercesión de María, tu Madre, cuyo sí hizo posible tu venida entre nosotros, te presentamos humildemente nuestra oración para que, unida a la tuya, se convierta en alabanza perfecta al Padre y en salvación para todos los hombres. Amén.
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La Vigilia de la Adoración Nocturna es esencialmente una Vigilia de oración y adoración centrada en la Eucaristía, en nombre de toda la Iglesia. Nunca podrán faltar en nuestras vigilias: la oración personal y la oración litúrgica comunitaria que nos vincula a la Iglesia.
La Liturgia de las Horas es la oración que la Iglesia, en unión con Jesucristo, su Cabeza, y por medio de Él, ofrece a Dios. Se llama de las horas porque se efectúa en los principales momentos de cada día, que así es santificado junto con la actividad de los hombres (Laudes al comenzar el día; Vísperas al caer la tarde, Completas al acostarse...).
El Oficio de Lectura, desde los primeros siglos de la Iglesia, era la oración nocturna de los monjes mientras los hombres descansan; la alabanza y la oración del Señor no debe interrumpirse ni durante la noche. |